miércoles, 19 de noviembre de 2008

se habia parado para siempre...



Hay en los dominios de la fantasía bellas comarcas en donde los árboles suspiran y los arroyos cristalinos se deslizan cantando por entre orillas esmaltadas de flores a perderse en el azul mar.





Lejos de estas comarcas, muy lejos de ellas, hay una región terrible y misteriosa en donde los árboles elevan al cielo sus descarnados brazos de espectro y en donde el silencio y la oscuridad proyectan sobre el alma rayos intensos de sombría desolación y de muerte.

Y en lo más siniestro de esa región de sombras, hay un castillo, un castillo negro y grande, con torreones almenados, con su galería ojival ya derruida y un foso lleno de aguas muertas y malsanas.

Yo la conozco, conozco esa región terrible.

Una noche, emborrachado por mis tristezas y por el alcohol, iba por el camino tambaleándome como un barco viejo al compás de las notas de una vieja canción marinera. Era una canción la mía en tono menor, canción de pueblo salvaje y primitivo, triste como un canto luterano, canción serena de una amargura grande y sombría, de la amargura de la montaña y del bosque. Y era de noche. De repente, sentí un gran terror. Me encontré junto al castillo, y entré en una sala desierta; un alcotán, con un ala rota, se arrastraba por el suelo.

Desde la ventana se veía la luna, que ilumina a con su luz espectral el campo yerto y desnudo; en los fosos se estremecía el agua intranquila y llena de emanaciones. Arriba, en el cielo, el brillante Arturus resplandecía y titilaba con un parpadeo misterioso y confidencial. En la lejanía las llamas de una hoguera se agitaban con el viento. En el ancho salón, adornado con negras colgaduras, puse mi cama de helechos secos. El salón estaba abandonado; un braserillo, donde ardía un montón de teas, lo iluminaba. Junto a una pared del salón había un reloj gigantesco, alto y estrecho como un ataúd, un reloj de caja negra que en las noches llenas de silencio lanzaba su tictac metálico con la energía de una amenaza.
«¡Ah! Soy feliz -me repetía a mí mismo-. Ya no oigo la odiosa voz humana, nunca, nunca.»



Y el reloj sombrío medía indiferente las horas tristes con su tictac metálico.

La vida estaba dominada; había encontrado el reposo. Mi espíritu gozaba con el horror de la noche, mejor que con las claridades blancas de la aurora.

¡Oh! Me encontraba tranquilo, nada turbaba mi calma; allí podía pasar mi vida solo, siempre solo, rumiando en silencio el amargo pasto de mis ideas, sin locas esperanzas, sin necias ilusiones, con el espíritu lleno de serenidades grises, como un paisaje de otoño.



Y el reloj sombrío medía indiferente las horas tristes con su tictac metálico.

En las noches calladas una nota melancólica, el canto de un sapo me acompañaba.
-Tú también -le decía al cantor de la noche- vives en la soledad. En el fondo de tu escondrijo no tienes quien te responda más que el eco de los latidos de tu corazón.

Y el reloj sombrío medía indiferente las horas tristes con su tictac metálico.

Una noche, una noche callada, sentí el terror de algo vago que se cernía sobre mi alma; algo tan vago como la sombra de un sueño en el mar agitado de las ideas. Me asomé a la ventana. Allá en el negro cielo se estremecían y palpitaban los astros, en la inmensidad de sus existencias solitarias; ni un grito, ni un estremecimiento de vida en la tierra negra. Y el reloj sombrío medía indiferente las horas tristes con su tictac metálico.



Escuché atentamente; nada se oía. ¡El silencio, el silencio por todas partes! Sobrecogido, delirante, supliqué a los árboles que suspiraban en la noche que me acompañaran con suspiros; supliqué al viento que murmurase entre el follaje, y a la lluvia que resonara en las hojas secas del camino; e imploré de las cosas y de los hombres que no me abandonasen, y pedí a la luna que rompiera su negro manto de ébano y acariciara mis ojos, mis pobres ojos, turbios por la angustia de la muerte, con su mirada argentada y casta.



Y los árboles, y la luna, y la lluvia, y el viento permanecieron sordos.

Y el reloj sombrío que mide indiferente las horas tristes se había parado para siempre...


Pío Baroja



jueves, 13 de noviembre de 2008

El filo de la vida

Ella, gran pintora de ilusiones, se ha quedado sin luz; su alma se desvanece, se confunde con el humo de la ciudad.

Sus manos atrofiadas (tanto, que casi no pueden coger los pinceles) por no sentir el tacto, su tacto.

Su rostro desdibujado, atormentado por la ausencia.

Las pecas desteñidas, inundadas por el agua cristalina que se derrama desde sus ojos sin vida, fijos en el punto de fuga.

Su voz se disipa, parece un lejano murmullo, sombra de aquellos dias en que su vida contenia luz y cuando le preguntan siempre dice, en medio de un claro-oscuro, que está bien.

Sorda, pues todo lo que escucha es ruido estridente, coraza contra el dolor de las palabras certeras.

Ciega, ya que su mundo se ha teñido de negro.

Confidente y cercana pero al mismo tiempo pintada de colores fríos, se hiela en un rincón, muere poco a poco, no quiere seguir adelante...


Respira un aire lleno de alfileres punzantes, perforando sus sentimientos, su vida, cierra las puertas, ancla sus pies a las cadenas frías, metálicas, que se arrastran por el suelo...


Y mientras el mundo sigue con su vida ajetreada, ella afila sus lápices con un cutter.





martes, 11 de noviembre de 2008

saltar al vacio??



Ilustración: Iván Solves



















Sobra decir nada más...



Dejo video como siempre...




el que quiera entender que entienda...

sábado, 8 de noviembre de 2008

simplemente...yo

Porque a pesar de estar a 500 km, sé donde está mi gente.

Porque aunque ellos estan allí, Madrid se va transformando en mi casa.

Porque cada vez me siento mejor, conmigo misma y con los demas (aunque digais que soy una borde o pasivo agresiva en su defecto xD).

Porque por fin hago lo que realmente me gusta (si, estoy aquí gracias a ti...¿contento? xD).

Porque he conocido a gente maravillosa y otra gente que no lo es tanto, pero sin ellos no podria vivir aquí, despues de todo forman parte de mi vida.

Porque de Lunes a Jueves hacemos mil locuras (y hasta vemos porno xD), y llega el fin de semana y desfasamos (tampoco tanto, las mejores quedadas son en las que podemos hablar).

Porque siempre estoy con mil proyectos y planes (algunos se realizan otros no, vamos que no me aburro).

Porque me paso dias dibujando caras (hay que practicar y coger soltura).

Porque mi habitación esta llena de fotos, la mayoria de Salamanca, fotos con gente que he perdido el contacto, pero sé que con una llamada estaran ahi para lo que se les necesite.

Porque tengo mil lecturas acumuladas y poco tiempo para leerlas (algo habra que hacer...).

Porque estoy viciada al ordenador, y a las conversaciones de horas...

Porque me encantan las cervezas con buena compañía (si, si, hay que meter morro xDDD, cntrl-alt-supr xDDDDD).





...Porque soy yo, ni más ni menos.
Dejo canción:

El que quiera entender que entienda ;)